miércoles, 29 de febrero de 2012

La vieja casa.

Cuando yo era chica vivía en una casa. Eran varias casas en un mismo lugar, nos unían los pasillos y la enorme y antigua escalera de mármol. Compartíamos alguna que otra planta enorme y los problemas con las cañerías y con las goteras.
Había dos pisos y eramos varios vecinos. En el piso de abajo vivían dos viejitas, una colorada y una canosa. Tenían problemas con unas "aguas negras" en su casa. Nunca entendí de que hablaban porque era muy chica como para comprender algo, pero siempre me imaginaba que las señoras se hundían en agua con barro, espesa, profunda y deprimente agua negra. En la planta baja vivía también un hombre que no recuerdo muy bien y una de mis vecinas favoritas: Nelly.
Nelly era una señora grande que siempre andaba bien vestida, con unos aros enormes. Su casa era gigante y tenía muchas plantas. Era viuda y en su cuarto (al que entre varias veces de curiosa y porque me gustaba ver sus perfumes y sus estatuitas) tenía fotos de su difunto esposo, al que siempre me recordaban por haber visto de bebé alguna vez (cosa que no recuerdo). Extraño a esa señora.
Subiendo las escaleras, al lado de mi casa, estaba Sarita. Sara, según mi padre, era una vecina de mierda. Yo no la conocía bien, pero siempre teníamos que darle la razón a papá. Sara tenía su terraza junto a la mía, y recuerdo que en su terraza una vez había una nena (quién sabe que relación tenía con esta mujer). La nena, entre los barrotes que había en la terraza, me prestó lápices y marcadores para dibujar... una sola vez. Nunca más la vi. Sara era un poco amarga, si mal no recuerdo.
En el piso de arriba también vivía un viejito que tenía un chichón enorme en la frente, nunca supe bien qué era... Se llamaba Ventayol, o al menos así le decían todos los vecinos. Era un tipo que estaba muy solo pero papá se llevaba bien con él. Cuando me mudé de esa casa siempre lo veía tomando en un bar de la esquina que ahora ya no existe, en donde estan construyendo algo, no se qué.
Al fondo del pasillo vivía mi amiga Rubí y su papá, al que siempre llamé "El tío Luis". Rubí era muy buena amiga, fue de mis primeras amigas. Siempre jugábamos juntas a la maestra, o en la terraza. Una vez estando con ella encontré una rata en la terraza de mi casa. Me repugnó muchísimo porque estaba al lado de un peluche que me encantaba... me dio mucho asco y nunca más toqué el peluche. Me despojó de mi preciado juguete... Rubí y yo estabamos muy sorprendidas con haber encontrado ese bicho en un lugar tan recóndito como la terraza de mi casa. Rubí ahora vive en España y El tío Luis, con quien me llevo bien desde chica, terminó apareciendo en unos videos de Asspera... me pareció muy loco lo chico que es el mundo... demás esta decir lo feliz que me siento de decir que ese era mi vecino.
Y nada... me vi bajo la necesidad de comentar todo esto sobre cuando era chica y vivía en esa casa en la calle Rincón. Recuerdo el garage, tambien tener una hamaca en mi propia casa, en el medio de lo que era un "cuarto-comedor" muy raro, recuerdo esa peligrosa escalera de metal que daba a mi terraza, recuerdo tambien saltar desde el primer escalón de la escalera de mármol hasta la última, intentando "volar" cuando pude haberme lastimado... es algo repentino. A veces siento que vivo rodeada del recuerdo vivo de las plagas del pasado.

Ok.

Me cuesta mucho ir al ritmo de los cambios. Trato de volver la situación algo llevadero e intentar no estancarme en lo mucho que me complica vivir adaptándome a cosas que quizás no me gustaría que fueran de una forma, pero por mucho que no quiera que así sean, van a seguir siendo. Es complicado porque no termino de aceptar que una cosa es de una forma y ya otra da un giro. Es raro, me incomoda. A veces quisiera que la vida no fuera tan dinámica y hubiera un momento en que algo se acomodara a mí sin que yo tuviera que hacer nada... Aunque debe ser mucho pedir.

martes, 28 de febrero de 2012

lunes, 20 de febrero de 2012

Sintiendo.

El pesar de los dolores viejos,

Llevo yo a cuestas desde quién sabe cuando.

Los restos de la inocencia perdida,

Las cicatrices del tiempo.

La agonía en mi alma,

Las punzantes acusaciones de quien colaboró a mí existir.

La triste realidad en la que vivo, que me genera ganas de alejarme

La utopía de un mundo en donde yo alcanzo la felicidad.

La ventana que me llama a gritos,

El deseo de lanzarme, mientras la lluvia da golpes al suelo,

El delirante y a la vez hermoso hecho de volverme una con el agua,

Al caer metros y metros, en esta oscura noche de verano.

Las horas pasan y el dolor vagamente alivianado,

Aún da puñaladas a mis lados más sensibles.

Las lágrimas se secaron antes de ser lloradas,

La angustia fue tragada hacia mis adentros, mis secretos escondites.

Los vientos acarician suavemente mi rostro,

Entre ellos los espíritus de quienes alguna vez me amaron,

Pidiéndome que no vaya a cometer algo sin retorno,

Diciéndome que aún hay esperanza, que vendrán cosas buenas.

Mi lado esperanzado me ruega no saltar,

Ese lado que me mantiene viva.

Me pide susurrando entre mis gritos internos,

Me inculca ciertas ganas de luchar un poco más.



Morgana